
El origen de la enfermedad es totalmente desconocido, aunque algunos factores ambientales y genéticos podrían favorecer su aparición. Como toda enfermedad, cuando se diagnostica el paciente se puede llegar a sentir preocupado por la incidencia que puede tener en su vida, pero hay que tener en cuenta que con un correcto diagnóstico y tratamiento se va a poder llevar una vida prácticamente normal, con poca incidencia de la misma sobre la vida de quién la padece. Hay que tener en cuenta también que los síntomas varían de una persona a otra, ya que hay distintos grados de la enfermedad. Otra de las características de la enfermedad de Crohn, es que se van alternando períodos de mejoría en los que casi desaparecen los síntomas, con brotes en los que se agudizan los síntomas. Es por ello que es importante continuar siempre con el tratamiento y seguir las pautas que van a ayudar a que no reaparezcan con fuerza los síntomas.
Algunos de los síntomas generales de la enfermedad son:
- Dolor abdominal en las zonas alta y baja con cólicos
- Diarrea crónica
- Fiebre
- Fatiga
- Inapetencia
- Dolor con las deposiciones
- Dolor de cabeza
- Pérdida de peso
- Estreñimiento
- Nauseas y vómitos
- Dolor articular
- Fístulas
Siempre que se presenten uno o varios de estos síntomas hay que acudir al médico para que nos de un diagnóstico y nos ponga tratamiento para curar o, si no es posible como en esta caso, ayudar a mejorar y controlar los síntomas.
El diagnóstico de esta enfermedad se hace a través de una endoscopia o la exploración radiológica. También puede ser de gran ayudar el historial clínico del paciente y un examen físico que pueda revelar otros signos. Otras pruebas que se pueden realizar para llegar al diagnóstico son enema opaco, colonoscopia yTomografía computarizada (TC) del abdomen.
El tratamiento comprende el reposo, fármacos y corticoides y aunque no se ha demostrado una dieta válida, sí que se recomienda una dieta sana y variada que puede ayudar a mitigar algunos síntomas. Algunos consejos que nos pueden venir bien son:
- Evitar azúcares y sustancias estimulantes que pueden irritar el intestino: quesos, lácteos con lactosa, alcohol, cafeína, refrescos con azucar, el chocolate, fritos, condimentos, carnes rojas grasas, tabaco, picantes...
- No tomar alimentos crudos, ya que generan más trabajo al estómago e intestino.
- Evitar en lo posible platos fritos o gratinados.
- Cocinar los alimentos siempre que sea posible al vapor, al horno o a la plancha.
- Estar suficiéntemente hidratados. Beber al menos un litro y medio de agua diario.
- Tomar frutas no ácidas, como la manzana, la papaya, pera, melotocón...
- Incluir bastantes proteínas en la dieta.
- Evitar el estrés, ya que como en toda enfermedad tiende a agravar los síntomas. Puede ser bueno pedir consejo al especialista para que nos de técnicas de relajación y pautas para evitar los estados de estrés.
- Tomar vitaminas antioxidantes, ya que mejoran el tracto gastrointestinal.
- Consumir ácidos grasos esenciales omega-3, como puede ser el aceite de onagra o las semillas de lino, ya que reparan la mucosa digestiva y también son antinflamatorios naturales muy beneficiosos.
Fuente Imagen ThinkStock.
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