Unas de las pruebas que más preguntas suelen generar es la resonancia magnética. La solicitan en varias ocasiones pero no tantas veces como un análisis de sangre u orina, más rutinarios y a los que estamos más acostumbrados. Eso hace que no sepamos muy bien a lo que nos enfrentamos, para qué sirven o si debemos prepararnos de algún modo para hacer la resonancia.
¿Qué es la resonancia magnética?
La resonancia magnética es una prueba de diagnóstico, no invasiva e indolora, que permite obtener imágenes de una o varias partes determinadas del cuerpo. Las imágenes obtenidas mediante esta técnica son muy detalladas, permitiendo visualizar desde distintos ángulos los órganos y tejidos del cuerpo.
Este examen imagenológico tiene la particularidad que no utiliza radiación, o sea, no es lo mismo que los conocidos rayos X. Existen dos tipos de máquinas para hacer la resonancia magnética, una con forma de tubo, conocida como resonancia magnética cerrada, y otra donde se coloca al paciente entre dos platos, llamada resonancia magnética abierta. En ambos casos la operativa es parecida, ya que se utilizan imanes y ondas de radio para generar las imágenes que se verán en un monitor y podrán ser guardadas para que el especialista haga su informe.
En la cerrada, se pueden obtener imágenes más específicas para ciertas patologías, sin embargo en la abierta, puede resultar más ventajosa para pacientes con un gran volumen, niños, incluso para quienes padecen claustrofobia.
¿Para qué sirve?
Al ser una prueba diagnóstica, las resonancias magnéticas son útiles para confirmar o descartar algún problema médico.
Son muy importantes en la prevención pues el detalle que se consigue obtener en las imágenes permite al especialista comprobar que no hay alteraciones significativas y que se deban tener en cuenta en órganos y tejidos. En caso de que surja alguna alteración visible, el profesional podrá solicitar otras pruebas que considere oportunas o iniciar la terapéutica adecuada para solucionar el problema.
¿Cómo hay que prepararse para hacerse una?
La máquina de resonancia magnética cerrada tiene una forma de tubo, abierto por los dos extremos. El paciente se tendrá que acostar en una mesa móvil que se desplazará hacia el interior del tubo que emitirá las ondas que generarán las imágenes. El tiempo necesario para hacer la prueba varía según las partes del cuerpo a estudiar, pero suele durar entre 15 minutos a 1 hora, aproximadamente. Durante ese tiempo, y para evitar que las imágenes salgan borrosas y no sirvan para el diagnóstico, el paciente debe permanecer inmóvil.
Al tratarse de un aparato que funciona por imanes, es importante no llevar nada metálico. Relojes, horquillas del pelo, audífonos, dentaduras postizas, sostén con aros o cosméticos con partículas de metal en su composición son algunas cosas de las más comunes y que no podemos llevar puestos en el momento de la prueba. En el caso de tener alguna prótesis metálica incompatible con la resonancia o un marcapasos, no se podrá efectuar esta prueba y el especialista solicitará otra prueba alternativa que le permita ver lo que necesita.
No hay inconveniente en tomar los fármacos habituales, comer o beber antes de la prueba. En caso contrario, el médico informará del tiempo de ayuno necesario.
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