Aunque afecta a ambos sexos, la incidencia es tres veces mayor entre las mujeres. Aparece entre los 20 y 60 años y puede co-existir con otros problemas de la piel como el acné vulgaris o la dermatitis seborreica.
En la rosácea se produce una inflamación de las unidades pilosebáceas de la cara que tiene como consecuencia la aparición de granos. También se produce una reacción exagerada de los capilares de la piel, que se puede observar en unos vasos dilatados continuos sobre todo en las mejillas y una tendencia clara al enrojecimiento en determinadas situaciones.
Este enrojecimiento propio de la rosácea aumenta con el consumo de alcohol, comidas calientes o picantes y los cambios de temperatura.
Esta patología es una dermatitis crónica que comienza con un enrojecimiento o eritema en la parte central de la cara o en la nariz, mejillas, frente e incluso, aunque es menos habitual, en cuello y pecho. Según va evolucionando, aparecen otros síntomas típicos como una dilatación de los vasos sanguíneos superficiales de la cara (telangiectasia), granitos, enrojecimiento ocular, pústulas, quemazón, ardor y picazón y desarrollarse como un eritema semi-permanente.
Teniendo en cuenta que es una enfermedad que todavía no tiene cura, el tratamiento está dirigido a intentar controlar los síntomas (aunque no siempre se puede) y que la piel no se vea muy afectada. La rosácea tiene una evolución bastante impredecible, de manera que puede mejorar para posteriormente volver a empeorar, y por lo general, suele durar bastantes años. Eso sí, el tratamiento resulta esencial para que no se produzca un empeoramiento de los síntomas.
A la hora de tratar la rosácea, lo primero que se debe hacer es evitar los factores que provocan el enrojecimiento de las mejillas. Así, es importante evitar los cambios bruscos de temperatura y la exposición prolongada al sol.
En cuanto al tratamiento de las lesiones inflamatorias (los granos), se utilizan antibióticos tópicos en casos leves, o de forma combinada junto con antibióticos orales o isotretinoína en casos más severos.
Para el enrojecimiento de las mejillas se utilizan 2 ó 3 sesiones de láser. Tras este tratamiento, es muy importante evitar la exposición al calor y los cambios bruscos de temperatura para que no vuelvan a aparecer los vasos dilatados.
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