Todo esto quiere decir que pierde contacto con la realidad, sufre alucinaciones y delirios, así como una alteración del funcionamiento a nivel social y laboral.
Convivir con un enfermo de esquizofrenia no es fácil, especialmente al comienzo de la enfermedad junto a los episodios agudos, ya que conlleva un estrés emocional para sus cuidadores. Además, estos últimos se sienten insatisfechos ante la poca infomación y el escaso apoyo que reciben por parte de las instituciones.
Actualmente, la esquizofrenia se trata fundamentalmente con determinados medicamentos, como los antipsicóticos; que se diferencian en dos grupos:
- Los clásicos: la clorpromazina, tioridazina y haloperidol.
- Los neurolépticos atípicos: clozapina, ziprasidona, risperidona, quetiapina y olanzapina.
Los dos grupos poseen la capacidad de corregir desequilibrios de los neurotransmisores, sobre todo la dopamina, y aliviar los síntomas positivos. Sin embargo, los neurolépticos atípicos tienen una gran capacidad de conseguir el desequilibrio del neurotransmisor serotonina, y poseen una gran efectividad sobre los síntomas negativos y producen menos efectos secundarios.
En casos muy concretos, cuando la respuesta al tratamiento con medicamentos es escasa y el enfermo corre grave riesgo de suicidio o agresión hacia otros, puede estar indicado el tratamiento con electroshock, en casos de esquizofrenia catatónica, el cual es un tratamiento seguro y eficaz, a pesar de la mala prensa que tiene.
El tratamiento farmacológico se puede combinar con medidas de terapia psicosocial, que mantienen al paciente activo y ocupado. También el apoyo del médico al enfermo es muy importante, ya que le ayudará a tratar su patología y a convivir con la misma, además de enseñarle a utilizar los recursos psicológicos, tanto propios como ajenos, que le acercarán más a su entorno.
Fuente Imágenes ThinkStock.
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