

Vida saludable: Descanso
La juventud, muchas veces, nos impide ver más allá de lo peligrosos que pueden ser ciertos hábitos de vida para nuestro bienestar, tanto físico como mental, hasta el momento en que nos amenaza una enfermedad, para cuyo tratamiento se precisa de toda la rapidez y eficacia necesarias a la hora de combatir sus síntomas y proteger nuestro organismo. Aunque no nos percatemos, un tercio de nuestra vida lo dedicamos a dormir las horas de sueño que nuestro cuerpo y mente necesitan, en aras de recuperarnos del esfuerzo y el ritmo acelerado al que lo hemos sometido a lo largo del día. Por esa misma razón, estas horas de sueño juegan un papel fundamental en nuestra recuperación y reposición de la energía invertida el día anterior. Si no descansamos las horas necesarias, tendremos que afrontar el día siguiente, pero sin la vitalidad cargada durante la noche. Cuando el descanso no es correcto, el cuerpo y la mente se resienten sobremanera. La columna vertebral es una de las partes del cuerpo que más demanda un descanso para rehidratarse, dado que es la zona que más soporta el peso corporal y cualquier esfuerzo emprendido en las actividades de nuestro día a día.

Vida saludable: Relajación
Para emprender nuestra propia sesión de relajación, en primer lugar resulta imprescindible buscar un enclave que nos inspire paz y tranquilidad absolutas, es decir, alejado del ruido, a ser posible de la contaminación y la aglomeración de las personas. Una ves hayamos localizado el lugar ideal, vamos a recostarnos sobre una superficie cómoda o sobre el colchón de nuestra cama si tenemos la posibilidad de hacerlo.





Vida saludable: Meditación
Por su parte, la meditación también nos puede ayudar a combatir el estrés acumulado en nuestro organismo. Podemos meditar en cualquier momento del día, sin invertir demasiado tiempo en esta tarea. Así, por ejemplo, podemos hacerlo mientras caminamos, centrándonos en el aspecto físico de cada paso que damos, es decir, apreciar cada pequeño detalle como la brisa del viento acariciando tu rostro o la punta del pie que roza el suelo. También lo puedes hacer mientras comes, prestando la máxima atención a lo que ingieres, sin la distracción de la televisión o el ordenador de por medio. Come despacio y concéntrate en cada pequeño bocado.
